Con Rommy a la cabeza

  • A Rommy de Ahlers no le gusta dar entrevistas, “ya tuve prensa, ahora es tiempo para los más jóvenes”, dice mientras se acomoda en una silla blanquísima. La inauguración de “Rommy 1”, para hombres y mujeres, coincide con los 28 años de labor; ambos acontecimientos crean el enlace perfecto para charlar con esta mujer que de la nada construyó un reconocido reino de belleza.

     

     

    Hace 40 años, Romina Marín viajaba a Buenos Aires con ganas de trabajar en peluquería; entre sus cosas llevaba revistas donde aparecían peinadores famosos del ambiente porteño. “Tuve un gran golpe de suerte y entré a trabajar en ‘Andrea’, con Andrea Papparella, un maestro para mí por la gran humildad con que se manejaba a pesar de la altura profesional que tenía”. Buenos Aires fue donde Rommy nutrió su vocación por 8 años, luego vendrían incontables cursos de capacitación en Europa. Hoy, instaladísima en Paraguay, su nombre es casi sinónimo de transformación.

    -¿No era mejor quedarse en una ciudad movida, con clientela de la farándula?

    -No volví porque no me iba bien, al contrario. Vine porque mi alma es muy paraguaya. Para todos fue una sorpresa que yo decidiera regresar. Quería invertir en mi país. Acá tenemos profesionales muy capaces y gente que quiere buen servicio, o sea, tenemos todo. Cuando no se invierte, cuando el mercado no camina, se vive en un país muerto.

    -Desde donde está, ¿se siente la crisis? 

    -Se siente, claro, pero estamos trabajando bien. Siempre hay una razón para ponernos lindas.

    -¿Cuántos peinadores tiene en este momento?

    -Unos 80. Me gusta enseñar e ir soltándolos (son mis pollitos). Verlos crecer cada día me da una gran satisfacción. 

    -Su exquisito local dice que la belleza también le ha dado tranquilidad económica. 

    -¿Dinero, decís? No, no tengo; si lo tuviera no trabajaría más. A mí me gusta moverme, crecer profesionalmente, enseñar lo que yo aprendí. No ambiciono dinero.

    -¿Siempre quiso ser peluquera? 

    -No soy peluquera, soy peinadora; peluqueros eran los que peinaban las pelucas de los reyes. 

    -Ah, no sabía. Me corrijo, ¿cuándo comienza el sueño de ser peinadora?

    -Siempre amé esto. Cuando era chica jugaba sola, fantaseaba con los peines, porque no tenía referentes en la familia. Antiguamente, en Paraguay, la peluquería era para cortarse y secarse el pelo. Recién a fines de los 70, llegó un grupo de profesionales argentinos que revolucionaron el ramo, Dino (Galitelli) fue uno de ellos.

    -¿Cómo compite con los otros peinadores-empresarios?

    -Bien. Acá hay buenos profesionales y así es mejor; estar solo sería aburrido, no se podría mejorar.

    -¿No es un grupo con personalidades difíciles?

    -No, eso no. Actualmente estamos separados, pero no por envidias, ni vanidad, sino porque es nuestra forma de ser, y porque quizás todavía no entendemos qué es la competencia. Pienso que la otra generación será distinta. 

    -¿Por qué hay gente que invierte en locales de belleza pero no tienen éxito? 

    -Porque no saben. El aprendizaje no se compra, se hace. Aquí te jugás al todo o nada. Siempre digo que los jóvenes de hoy tienen muchas más ventajas que nosotros; tienen CD, videos, revistas, todo lo que nosotros tuvimos que hacer. No sé si tanta facilidad es buena o mala, el tiempo lo dirá. En esta profesión la creatividad vale mucho.

    -¿Qué anécdota recuerda del oficio?

    -A ver. Una novia a la que se le manchó el vestido con tinte, pero fue un tinte que apareció de la nada, un misterio. Y otra vez, en Buenos Aires, a una novia la teníamos toda peinada y maquillada, solo faltaba que llegara el vestido. Nunca llegó. La chica no se casó... Y no me acuerdo de más anécdotas. 

    -¿A qué mujeres famosas atendió en Buenos Aires? 

    -A Mora Furtado, Graciela Alfano, Patricia Miccio... muchas modelos con rostros que necesitaban muy poco.

    -Y en el ambiente local, ¿cuál es su público?

    -Mujeres de la política, ejecutivas, médicas... 

    -¿La Primera Dama se peina con usted?

    -Ha venido en muchas ocasiones. La peino desde hace 20 años; es una mujer muy sencilla. 

    -¿Le queda algún sueño? 

    -No sé si tengo tiempo para soñar. Quizás ver a mis hijos realizados (María Grace y Fernando Guillermo) y también a mi personal. Cuando veo una chica o un chico lavando cabezas, me veo a mí hace 20 años. Hoy tengo lo mío porque me arriesgué a invertir. 

    -Y con tal valentía, ¿no se arriesgó a perder marido por tanta dedicación laboral?

    -(Se ríe) No, Víctor es único, siempre se quejó de todo, pero nunca dejó de apoyarme.

    -Para cerrar, en un flash, lo que dicta la temporada.

    -Cabellos degradados, lisos u ondulados, algunos recogidos. Y en color, las trasparencias, nada de rayas muy agresivas, sigue la tendencia de lo natural.